EL TANQUE VACÍO

Por Óscar Pallares Ropero

      Culminado el alborozo de la fiesta, los abrazos, las invitaciones, las promesas, las bengalas y las celebraciones de fin de año, inició con perrenque el comienzo del nuevo año laboral. Descansado y recargado de energías, recién salido del baño a totumadas, con la cara limpia de vellos, depilados con tranquilidad ni afanes y con muchas ganas de iniciar la jornada laboral post festejos, y con el espíritu de tragarse el mundo cuando inicia un nuevo reto.

    Con sonrisa en la cara y el sonido de los silbidos al viento abrió la puerta del garaje. Miró con aire entre susto y arrogancia la camioneta que desde los inicios de las fiestas no había visto la calle. La notó sucia, con aspecto de vieja y obsoleta. Tocará hacerle unos retoques ya que las fiestas dejaron poco en el bolsillo como para estrenar. Y se dispuso a sacarla.

    Pero antes le echó una limpieza con el trapo viejo y sucio con que se había limpiado en años anteriores. Pero no prendió. Le dio arranque varias veces, y el motor se negó a ignición. Con su inexperiencia mecánica movió las abrazaderas de los bornes de la batería, les quitó el sulfato con zumo de limón; hizo lo mismo con ellos e intentó prender el carro. Pero tampoco. Llenó el depósito de los limpiaparabrisas, pero el motor no arrancó. Comprobó la presión de los neumáticos y no consiguió su objetivo de prender la camioneta.

    Agotado, sudado y ya sin el contentamiento de inició del año nuevo se dio por rendido. Llamó a un amigo que se “las sabía todas” en poner a funcionar los carros. Vino, apretó tuercas, movió cables, les echó la culpa a los anteriores mecánicos y con sobrades ordenó darle arranque, sacudiéndose las manos con la sorna del que cree que sabe. El motor ni se mosqueó. Lo intentó con otros ajustes hasta que le dijo, mi amigo, llegó la hora del desayuno, siga dándole y si no prende me avisa. Y se fue.

     A mitad de mañana ya estaba mentando la madre, culpando a los antiguos dueños del vehículo, dándole patadas al carro y prometiéndose venderlo para comprar uno que sí sirviera. Ven, desayunas y llamas a un mecánico de verdad, le pidió una voz desde el comedor.

    En su desespero fue a buscar al vecino a quién, para más vainas, había ofendido y maltratado en una de sus parrandas. Sin ninguna vergüenza le solicitó ayuda para poner en funcionamiento la camioneta. Este se ofreció de buena manera simulada a ayudarlo. Cambió el filtro de la gasolina y, no señor, no arranca.

    Por último, cambió la manguera por una de mayor diámetro. Con este arreglo, prende porque prende. Pero por más que le dieron arranque no prendió. Estaban en esas: limpiando las bujías, revisando el exosto (tubo de escape) y pidiéndole hasta a Tonenili, cuando se asomó a la puerta del garaje el bobo del barrio; enterado del problema del vehículo, miró el tanque de gasolina y al ver la manguera de gran diámetro recién instalada se echó a reír a carcajadas.

¿Estos bobos pretenden que llegue gasolina al motor estando el tanque más vacío que barriga de perro callejero? ¡Tan pendejos!

 PRIMER RECREO: 1.984 VS 6.402: El terror en ficción y en la realidad.

SEGUNDO RECREO: Algún escritor de ficción debe tener ya suficiente material de la vida real para escribir una nueva obra literaria. Podría titularse, No Hagan Proselitismo con la Vacuna, Jajaja.

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