
Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Un cura español, Jesús Sanz Sánchez, un golcondiano que siempre menciono por sus enseñanzas, me dijo un día: Hay que ser más sabiendo más, no pierdas el camino pensando que serás más teniendo más. Para mi edad 15 años, joven pueblerino que comenzaba el bachillerato en un colegio agropecuario, era un mensaje raro y confuso, pero que de todas maneras me puso a pensar, tiempo después, me abordó preguntándome que había pensado de su consejo —así era él, persistente— le explique que lo había entendido en el sentido que teniendo más demostraría mi poder económico y eso me daría estabilidad pero que no me daría la satisfacción del saber. El cura sonrío y me dijo: buen punto, pero ¿y lo otro? No supe explicarlo, él sonrió y se despidió diciéndome: piénsalo y otro día me lo explicas.
Otro día volvió a preguntarme, le di una respuesta que no le satisfizo del todo, y con la paciencia del maestro me dijo: Tienes que ser más sabiendo más, porque este saber te hace más a ti mismo, potencia tu humildad y siempre te dirá que el otro es tu igual así sepa menos. Ahora, me dijo, si sabes más y tienes más, procura que el saber nunca acabe, siempre debes sentir la necesidad de saber. Debes saber que el hombre es un ser imperfecto, pero tiene conciencia de su imperfección como ser inacabado y en permanente proceso de formación, por tanto, nunca alcanza a saberlo todo. En cada duda encuentras el peldaño para buscar el saber.
Entre otras cosas, me habló de la rebeldía de Jesús, me decía que había sido una rebeldía maravillosa que sin violencia había puesto en jaque a un gran imperio, que esa rebeldía le había dado un gran legado al mundo traducido en una religión de dos mil años de antigüedad y que su nombre a pesar de él haber muerto ignominiosamente en la cruz, su acto había trascendido el tiempo y las fronteras y que se dijera de él y sus seguidores lo que fuera, lo cierto es que había cambiado una parte de este mundo en lo espiritual.
Después me habló de otros rebeldes, Bolívar, San Martín, O’Higgins, Martí que habían luchado por darle la libertad a sus pueblos y que hubo otros hombres igual de rebeldes que habían ofrendado su vida por causas edificantes. Que leyera sobre ellos y encontraría motivos para encausar mi energía o que leyera biografías de poetas, escritores, científicos, dramaturgos y ahí en esas vidas encontraría ejemplos inspiradores, me mencionó a Marconi, Tomás Alba Édison, Marie Curie, Pestalozzi, Freinet, Montessori, Dostoievski, Ernest Hemingway, Flaubert, Shakespeare, Mozart, Beethoven y otra gran cantidad de hombres y mujeres que me dio como referentes para que cambiara mi vida.
Hoy pensando en esos días de juventud y rebeldía pienso que los jóvenes necesitan oportunidades, que en todas las áreas hay que abrirles espacio. Que en la política y en la administración hay que insuflarle vida, sangre y oxigeno nuevo. Que la política y la administración de nuestros pueblos requiere la visión del joven para darle un resurgir. Que el colágeno en la administración pública es necesario. Que el esfuerzo de ésta juventud por profesionalizarse, por prepararse mejor en las disciplinas que escogieron para sus estudios debe ser reconocido y valorado. El esfuerzo de esos padres que, con sacrificios, con trabajo y abnegación pagan las universidades de sus hijos debe ser valorado por todos y compensado por sus hijos.
También debo decir que los jóvenes deben asumir con responsabilidad ese compromiso, que no se agranden, que no se hinchen, que no inflamen su ego, que el prurito de ser profesional y joven, además, de nada sirve si asumen como propias las mañas del pasado, si contaminan su accionar político y administrativo cazando peleas y pasando facturas políticas con los resabios de los políticos viejos.
De nada sirve la juventud si se dejan contaminar de las mañas y vicios de los políticos del pasado, antes por el contrario deben levantar la cabeza y mostrar su rebeldía diciendo y haciendo las cosas como debe ser, con honestidad y dignidad, marcando su territorio con un “yo puedo”, “soy capaz”, “soy diferente” y “no voy a defraudar la confianza que han depositado en mi”, caso contrario estamos perdido irremediablemente como sociedad y como pueblo y de nada sirve que los mayores den un paso al costado para abrirle espacio a la juventud.
Necesitamos la rebeldía del joven, del joven profesional que ame la vida y que esté dispuesto a potenciar los cambios necesarios para hacer de nuestros pueblos.