
Los “valduparenses” dejaron diluir este gentilicio oficial, dejaron de reconocerlo como propio del conglomerado asentado en la provincia de Padilla para hacerse reconocer como “vallenatos” en una especie de rectificaciones morfosintácticas y morfonológicas en que los habitantes rechazan los nombres oficiales y entregan variantes lingüística o histórica, o culturalmente legítimas para ser reconocidos con un gentilicio que nace del alma y no en un escritorio. Es una muestra de que los gentilicios evolucionan con bastante frecuencia hasta el punto de rechazar como legítimo el topónimo oficial con que se les hacía llamar.
El mundo está lleno de nombres de lugares que en el trato utilizan sus habitantes frente a los nombres oficiales. No conviene decir que “si de Roma deriva romanus, así de Capua hay que decir capuanus”, y de Aguachica aguachiquense, pues el uso es muy fluctuante y los nombres de las cosas los imponen hablantes sin experiencia, y una vez aceptado el uso de estos, es inevitable que se mantengan. (Basado en el escrito de Soledad Chávez Fajardo y Raïssa Kordic Riquelme: “Acerca del gentilicio: historiografía, remoquetes y estandarización”).
Ora por el elemento representativo de la región, el morrocoy, ora por lo largo como el valduparense, el “aguachiquense” hace rato fue reemplazado por “morrocoyero”: más sonoro, más representativo; pero no es inclusivo con todos los habitantes del municipio de Aguachica.
Aguachica conforma un país construido por cuatro grupos de “natalforaneos” por el lugar de nacimiento y de ciudadanía: En primer lugar, los nacidos y con ciudadanía de Aguachica; el segundo grupo lo conforman los nacidos en Aguachica y con ciudadanía foránea; en el tercer grupo están los nacidos en otra parte y con ciudadanía de Aguachica y en otro, los que ni nacieron ni tienen cédula de Aguachica, pero viven, trabajan y tal vez mueran acá. Se ha considerado de oficio que el epónimo de esos grupos natalforáneos es “aguachiquense”, pero claramente no los incluye a todos generando una discriminación gentilicia y está entrando en desuso por todos.
Una comunidad civilizada y respetuosa trata de proveerse de un gentilicio que contemple los tipos de natalforáneos que se agrupan en torno a su territorio: “aguachiquense” sería solo para el nacido y con cédula ciudadanía de Aguachica; el “morrocoyero” se ajusta mejor a los nacidos acá pero que adquirieron la ciudadanía en otra parte. En estos dos grupos quedarían incluidos solo los nacidos en Aguachica, independiente del lugar donde adquirieron la ciudadanía, dejando por fuera a dos grupos de natalforáneos supremamente importantes para el desarrollo del municipio: Los nacidos en otra parte y con cédula de Aguachica y los que ni nacieron ni son ciudadanos de Aguachica. ¿Qué gentilicio tendrían, siendo de Aguachica por corazón y labor, pero no tienen ni cédula ni partida de bautismo de ella?
La sabiduría popular y la necesidad de la mercadotecnia de que el gentilicio sea inclusivo, corto, sonoro y agradable al pronunciar está construyendo una nueva identificación gentilicia, no solo desde los nacidos en un territorio, sino que abarque a todos los que luchan por hacerlo grande y donde quepan todos desde aguachiquense a morrocoyero y de éste a MORROCO.
MORROCO contrae el “morrocoyero” sin perder la esencia de ser de la tierra del morrocoy; tiene peso emocional, fuerza espiritual, arrogancia lexigráfica, fácil de escribir, difícil de olvidar, sonoro al pronunciarlo y fácil de mostrar al mundo. Es inclusivo y designa a todos los ciudadanos de Aguachica por nacimiento o adopción.
PRIMER RECREO: Dos cosas llamaron la atención de las palabras del señor presidente en la instalación del Congreso de la República el pasado 20 de julio: una, me hizo llevar a las campañas “veintijulieras” de nuestros políticos de pacotilla que prometen todo y saben que no van a hacer nada: de todo dijo menos rindió informe, como debe ser; dos, me sentí como en la Asamblea Nacional venezolana, o en un programa de televisión donde hay unas personas con unas paletas que indican cuándo el público debe aplaudir y tres, qué actitud tan reprochable la del doctor Duque al retirarse del Congreso para no escuchar, como es su obligación, los planteamientos de la bancada de oposición.
SEGUNDO RECREO: La inseguridad gobierna en Aguachica: en las calles, barrios y veredas impone su autoridad. No hay día sin atracos a mano armada, hurtos, heridos, muertos, tráfico y consumo de drogas ilegales.
Todavía hay tiempo para impedir que se tome el poder total y tenga la gente que salir a combatirla (la barbarie). Para ello se necesita que la Policía rompa el desánimo que se le nota. Pero para ello se requiere que la primera autoridad municipal la respalde, no la vilipendie. Ningún bien le hace a las buenas y estrechas relaciones que deben existir entre ellos los constantes pronunciamientos por los medios de comunicación sobre que “yo sé que a mí la Policía no me quiere” y otros.
Entre mayores sean las contradicciones entre la primera autoridad de Policía del municipio y la Policía mayor será el festín de los delincuentes.