Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Una mujer sabia del pueblo Misak, refiriéndose a la oralidad ancestral de su etnia decía «Nuestro pasado es el presente», la profundidad de esta aseveración más la insinuación de un amigo que me pidió escribir sobre este tópico, me llevan a tratar de explicar en este texto corto, lo que entiendo por «memoria colectiva», su importancia para los pueblos y el por qué hay que custodiarla.
Pensamos en el tiempo como una línea que parte del pasado, llega al presente y continuará hacia el futuro, en el caso de la memoria colectiva no lo es, en ella hay una especie de superposición permanente para formar el constructo social en que se basa la cohesión, el tejido social del territorio. Es que el pasado siempre es un estadio temporal inconcluso que en la línea de tiempo se va construyendo y tomando forma en el presente como un porvenir subjetivo donde se crea y re-crea un imaginario histórico-social en que se basa la memoria colectiva de los individuos que pueblan un territorio, dotando de sentido el presente y moldeando la identidad de las comunidades.
Esa superposición de pasado, presente y futuro permite que los grupos se organicen por la defensa de su cultura e identidad porque en el presente se evocan acciones y acontecimientos del pasado para proponer proyectos, acciones y comportamientos de futuro. Naturalmente todo esto tiene que estar asociado con el territorio, pues desde ese marco territorial es donde se fragua ese recuerdo colectivo que marcará una forma de comportarse como comunidad y como integrantes de un territorio.
Los grupos invasores conocen que son los niños y jóvenes los que con mayor nitidez recuerdan los sucesos de su época, pues los mayores tienen intereses más profundos hacia el pasado, es por ello que los que intentan implantar una cultura dominante gastan recursos y esfuerzos en afectar esa franja etaria, por ello imprimen cartillas, implantan discursos, formas y usos para que la mentalidad del niño y el joven grabe en su memoria individual la cultura invasora, su historia, sus formas de pensar, su ideología; esto lo hace en el entendido que este niño o joven andando el tiempo repetirá esos conceptos y afectará la memoria colectiva, variando, cambiando, prostituyendo el legado de sus mayores.
Con mucha razón Orwell sostenía algo así como: «El que controla el pasado, controla también el futuro y el que controla el presente, controla el pasado». Es claro establecer que hay un interés del invasor por manipular la historia (esto es recurrente), pues con ello manipularán el presente y por supuesto, con esto dominarán el futuro. Ello explica el por qué el empeño en la manipulación mediática y cultural, el por qué tratan de implantar una matriz cultural contrapuesta contra lo vernácula, contra lo originario, tratando de desvirtuar las formas identitarias del territorio mediante la negación y la invisibilización de lo terrígena, de la historia local y de lo que la memoria colectiva salvaguarda.
¿Qué ocurre cuando se manipula la historia? Pues que, en cualquier momento los individuos de mayor edad rescatan de su memoria individual, hechos, circunstancias, épocas, frases, costumbres, tradiciones y la sacan a flote y, la sumatoria de todos estos aportes de la memoria individual, mediante los vasos comunicantes de la oralidad y la defensa de lo propio, sobrepasan lo individual y llegan al colectivo y se re-instauran, re-viviendo la memoria colectiva haciéndola extensiva al territorio y ante la presencia de ese pasado comienzan a rebelarse contra la imposición de la cultura foránea que trata de instaurarse sobre lo propio.
Hay casos en que la cultura foránea, a fuerza de ser repetida sobre los individuos de los territorios, hacen que se aferren y superpongan sobre la cultura local, opacándola, invisibilizándola, es decir negándola, pero esto ocurre por un tiempo, una época determinada, hasta que, por cualquier circunstancia de costumbre, tradición o usos, se re-descubre el pasado y comienza el proceso de re-apropiación de lo vernáculo y el re-nacimiento de la cultura local. En este caso lo hace con fuerza incontenible y el rechazo de lo impuesto se magnifica, es decir, se recobra mediante la memoria colectiva, lo propio, lo tradicional, la historia, la cultura y hay una comunión de re-conciliación con el Ethos. Con el yo, con el nosotros y diferenciamos la mismidad de la otredad.