Por: Diógenes Armando Pino Ávila

     La reactivación de la política con el inicio de campaña de senado y cámara comienza a agitar las pasiones y emociones de las personas, algunos se embarcan sin prevenciones en esa feria de vanidades y mentiras, en que se regodean algunos candidatos que visitan los pueblos después de haber perdido el camino desde hace cuatro años, otros, los nuevos en estas lides, llegan con algo de timidez a visitar amigos de sus mentores con la esperanza de ser de buen recibo y poder así cautivar algunos votos del caudal electoral de quien lo patrocina o prohíja.

   Otras personas, por el contrario, al oír un perifoneo, al ver un afiche o un pasacalle, siente que de su interior aflora una repulsión provocada por el engaño, pues en la campaña anterior le ofrecieron, obras para su comunidad, escuela, puesto de salud o mejoramiento de vías para llegar a sus veredas, promesas incumplidas, falsas monedas de cuero, sin ningún valor con que fueron timados, ya que depositaron su voto confiados en que la palabra dicha por el político sería honrada cuando obtuviera la curul a la cual aspiraba.

    Hay otro grupo de personas, y grande por cierto, que su desencanto lo reflejan en los alcaldes y no en los senadores y representantes, pareciera que excluyeran de responsabilidad a los congresistas, debe ser por la lejanía o porque nunca han tenido trato o conexión con ellos, lo mismo que con los diputados: cuando hablas con estos electores, nunca o casi nunca mencionan senadores, representantes o diputados, siempre enfocan como causa del abandono del pueblo, y la ausencia de obras de infraestructura a los alcaldes.

   En este grupo, se siente un resquemor, un resentimiento y un deseo de revancha, para cobrar con creces lo que consideran una afrenta y un engaño, esta gente se siente estafada por los alcaldes, pues en campaña apoyaron a estos congresistas que jamás volvieron, lo cual es grave, pero no tanto como las culpas que les trasladan a los alcaldes. Sobre los burgomaestres los reclamos van desde catalogarlos de mentirosos, que ofrecieron soluciones, puestos, donaciones, ayudas, dadivas y mil promesas incumplidas más, en un sartal de mentiras que enuncian y enumeran con algo de rabia y rencor.

    En sus reclamos el pueblo cuenta desde el cambio de actitud, del candidato que consideraban humilde y que en la metamorfosis del poder pelan el cobre con una arrogancia desconocida, supuestamente ocasionado por sentirse en un estrato superior al que pertenecían antes de elecciones. Dicen que antes paseaban de a pie, pues nunca habían tenido carros pero que ahora montan en camionetas de alta gama de vidrios ahumados que les permite no saludar a la gente a la que antes saludaba, abrazaba y frecuentaba. Ahora, dicen no resisten una conversación de cinco minutos, pues no ponen atención a lo que la gente, sus votantes, le dicen, pues interrumpen la conversación o distraen al visitante, con la displicencia de estar atentos al celular o los celulares (cargan dos y tres) en conversaciones de wasap con amigos de ocasión o simulan conversaciones con personas importantes para evadir al antiguo amigo y elector.

Me comentaba un pescador, que su alcalde, cuando estaba en campaña, visitaba la casa de sus padres y llamaba por los nombres de pila a toda la familia, abuelos padres, hijos, nietos y nueras, riéndose me dijo, el bellaco se sabía hasta el nombre de los perros de la casa y los llamaba y los acariciaba. Hace unos pocos días fui a su despacho a recordarle un compromiso que hizo con la familia y el portero casi no me deja entrar, como pude me colé, su secretaria ni me miró cuando llegué, estaba ocupada limándose las uñas y hablando con otra funcionaria. Me hice el pendejo y esperé hasta que salió de su oficina, el alcalde ya se iba, me le acerque y traté de darle un saludo, me miro como un bicho raro, me preguntó el nombre y le dijo a la secretaria que me tomara los datos que el después resolvía.

    Personalmente no sé qué pensar, la verdad estos alcaldes han sufrido una metamorfosis, son los “nuevos ricos” de sus pueblos, miran por encima del hombre a los ciudadanos y en su desplante, lo que es su obligación de servidor público, la entienden como favor y benevolencia para sus electores. Creo que los alcaldes han creado su mala fama y es bueno que el pueblo se las cobre.

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