Por: Diógenes Armando Pino Ávila

     Colombia debido a su cultura religiosa y conservadora, ha sido reacia a aceptar dar un trato igualitario a las mujeres. Históricamente las ha tratado con discriminación, les discriminaba, en los estudios, en el derecho ciudadano a votar, en el arte, la literatura, en las relaciones laborales, en lo social, e incluso en lo familiar, pues únicamente eran tenidas en cuenta para procrear y mantener a sus hijos.

     En el caso del aborto, la lucha de la mujer ha sido mucho más dura, ya que este era un tema tabú, del cual no se podía ni siquiera hablar con libertad. La moral religiosa se apropió desde siempre del tema y condenaba con el infierno tan abominable pecado mortal. En 1973 el Senador del Movimiento Cristiano, Fernando Mendoza Ardila, presentó al Congreso un proyecto de ley que tenía como propósito dar entre 16 y 30 años de prisión a “la madre que quite la vida a su hijo futuro, fruto de acceso carnal violento o de inseminación artificial no consentida”, esta criminalización de la mujer por interrumpir un embarazo no deseado muestra la dura postura de los sectores más conservadores y retardatarios que han manejado la legislación en el país.

    Entre los años ochenta y noventa, se presentaron ante el Congreso de la República, por lo menos, siete proyectos de ley para despenalizar el aborto y todos terminaron archivados. Los legisladores por diferentes razones, se negaban a tomar decisiones de fondo sobre el caso, al parecer la iglesia y sus prelados ejercían fuerte presión sobre el legislativo para que dichos proyectos de despenalización no prosperaran.

    La doctora Mónica Roa, decidió entonces, año 2006, abocar el caso a través de la Corte Constitucional, logrando que los magistrados despenalizaran el aborto en tres casos: cuando la vida o la salud (física o mental) de la mujer está en peligro; cuando el embarazo es resultado de violación o incesto; o cuando una malformación fetal hace inviable la vida fuera del útero. Este paso marcó un hito al reconocer a la mujer como sujeto y dueña de su cuerpo y por ende tener el derecho a decidir sobre el particular. No obstante, este avance, las mujeres agrupadas en movimientos, fundaciones y asociaciones pedían más; y de nuevo insistieron ante la Corte y con demanda presentada en 2020 por el movimiento Causa Justa, que es una coalición de por lo menos 90 organizaciones, que exigía el fin de la criminalización del aborto.

    La Corte, si bien no eliminó el delito de aborto del Código Penal, si hizo algo que marca un adelanto y es que lo despenalizó hasta la semana 24 de embarazo, esto ha traído una serie de reacciones, las cuales están enmarcadas desde el ámbito ético, la ciencia médica se pronuncia y muestra cifras escalofriantes de mujeres muertas en clínicas improvisadas donde practicaban el aborto por dinero y a las cuales asistían las mujeres, bien por ignorancia, o bien por temor a ser judicializadas; por ello muestran su acuerdo en proteger la vida de la mujer.

    La reacción más fuerte la da la iglesia que sigue catalogando el aborto como un crimen, un delito y un pecado contra la Ley de Dios, la iglesia condena enérgicamente dicha práctica y critica severamente a La Corte Constitucional por dar dicha despenalización. Otra reacción, a mi juicio, oportunista es la de los políticos autoproclamados como “pro-vida” que han guardado silencio ante la violencia política colombiana, sobre las masacres y muertes selectivas de paramilitares, guerrillas, fuerza pública y narcotráfico, sin embargo, en esta época pre electoral se dan golpes de pecho criticando a La Corte por su paso trascendental.

    El otro caso crítico, desafortunado y fuera de lugar es el que hizo en televisión el presidente Iván Duque, donde fuera de todo decoro y prudencia de gobernante critica a la Corte con un argumento demasiado pobre y ridículo aseverando que 5 magistrados no podían tomar una decisión que atañía a Colombia, olvidando en su argumento mencionar que él solo (un solo hombre) como presidente toma decisiones que atañen a más de 50 millones de colombianos. Duque me hace recordar a los sofistas griegos que a través de la retórica trataban de convencer en el Ágora, a quienes quisieran escucharlos, sobre dos tesis contrarias que presentaban como verdades en un juego de palabras con que pretendían convencer, como los políticos de ahora sus milagrerías y sus fórmulas salvadoras.

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