Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Utilizando el lenguaje coloquial se podía decir, hace dos semanas, que, en el panorama político y electoral, «Había mucha mosca en el alambre», pues los precandidatos eran tantos y si a eso le sumábamos los aspirantes a Senado y Cámara, se convertía dicho panorama en una Babel de propuestas e ideas, una mazamorra espesa, pero sin sustancia, un potaje de refritos e ideas elementales que ofendían la mediana inteligencia del hombre común. Claro está, había algunas propuestas interesantes, novedosas que podían digerirse sin arrugar la cara.
Despejado el panorama solo quedan algunos candidatos a la presidencia, la mayoría sin ninguna opción, movidos exclusivamente con el ánimo de figurar, de mojar prensa y robar pantalla, para regodearse con la familia y amigos, sobre lo importante que fue en esta contienda electoral, pero el pueblo que tiene un cedazo, los sacará del ruedo en la primera vuelta, donde solo les quedará como única opción adherir su nombre y su pequeña cauda a uno de los dos que pasarán a la segunda vuelta, si es que Petro no los noquea de salida ganando en la primera.
Ahora, uno encuentra una gavilla de candidatos reunidos con los precandidatos de las consultas en ese juego de atracción y de negociación, donde los primeros le venden el alma al diablo por conseguir adhesiones determinantes en el aumento de su posible elección. Como siempre, se encuentra, al patrón o patrones mal llamados «varones electorales» negociando una votación de un grupo o partido, tomando decisiones de élite, sin tener en cuenta al pueblo representado en el votante raso que es el que en última instancia se acercará a las urnas a hacer su ejercicio de democracia ciudadana, depositando su voto.
De todas maneras, ya encuentra el ciudadano despabilado, la tendencia discursiva de dos vertientes (solo dos) la de Petro con sus ideas innovadoras que propone una Colombia donde florezca la vida y la dignidad y la otra, la de los demás que continúan el libreto de 20 años atrás, ese libreto que sataniza a Maduro, de no queremos ser como Venezuela, ese discurso del miedo a las expropiaciones, del miedo al terrorismo, de la guerra, al desplazamiento y las masacres. Es decir, son dos discursos nada más: el de la vida y el de la muerte.
Encuentra uno la pretensión de sembrar miedo, «para que la gente vote berraca», sin embargo, como van las cosas, creo que la gente no va a comer de ese cuento, ya que uno escucha comentarios como: «En el gobierno Santos se firmó el acuerdo de paz y la violencia bajo a niveles históricos», las muertes, los secuestros, los desplazamientos, las masacres, los falsos positivos, llegaron a cero. Con el gobierno Duque se recrudeció la violencia, volvió la cotidianidad de la muerte, de los atentados, de los secuestros, de las masacres, se acentuó el narcotráfico, resurgió la guerrilla, renació el paramilitarismo.
Se puede decir que volvimos al pasado, a ese pasado aciago de muerte, devastación, miseria y dolor. Se puede decir, que el gobierno que gane, sea de derecha o de izquierda, será heredero de una violencia recrudecida y tendrá que dialogar con esos actores armados que la generan. No es válido el discurso de que los delincuentes están en Venezuela y que hay que extraditarlos, pero la solicitud de extradición la tramitan ante un gobierno virtual, ilegitimo como el de Gauidó. El gobierno que llegue tiene que desideologizar las relaciones internacionales, tiene que tener claro que «los países no tienen ni amigos ni enemigos, que los países lo que tienen son negocios». Ya está bueno de esa posición infantil de copiar lo que digan USA y asumirla como política internacional. Ahora hay que tomar como lección el giro dado por Estados Unidos ante la guerra Ruso-Ucraniana, que ante la amenaza de desabastecimiento de combustible, Biden envió a Venezuela una comisión de alto nivel a dialogar con Maduro, sin embargo en un oso mayúsculo Duque sigue hablando de castro-chavismo y de derrocar a Maduro, espantando las posibilidades de retomar el comercio con Venezuela que fue un socio comercial productivo para las finanzas colombianas. Hay que votar sin miedo, hay que votar a conciencia, hay que votar por la vida, se requiere un voto inteligente.