Partidos políticos envilecidos

Por: Diógenes Armando Pino Ávila

     En tan solo 40 años, la política colombiana ha dado unos saltos al vacío, deslizándose por una especie de tobogán de bajadas pronunciadas, de mucho vértigo, acordes a los intereses politiqueros de camarillas y caudillos. Estos, enquistados en el poder manipulan, dirigen, pactan, opinan, concluyen, y sobre todo, con estas acciones manejan una mansa grey aborregada que sigue a pie juntillas sus caprichos, sin siquiera cuestionar la conveniencia para él y los suyos, ni si atiende “los intereses superiores de la nación”, esto último visto desde el pueblo, pues ya sabemos que los tales “intereses superiores” de la frase original tenían unas fronteras inexpugnables entre el Ubérrimo y el país colombiano.

     Los partidos políticos tradicionales de Colombia se fragmentaron, dejaron de ser extensos fundos electoreros con propietarios oficiales y se fraccionaron en pequeños partidos, lo que inicialmente no era malo, pues representaba una variedad de matices donde el pueblo podía escoger y vincularse, pero a lo largo del camino de estos 40 años, esas pequeños grupos producto de la fragmentación, que nacieron contrarios al grande fundo de la clase dirigente tradicional, se convirtieron en parcelas con dueños, propietarios estos herederos de los dueños de los partidos tradicionales, pues siguen con la propiedad real las mismas familias, Lleras, Santos, Pastrana, Gómez, Gaviria, Uribe clanes familiares de las regiones, clase adinerada nueva ligada a las mafias y al crimen, en fin el cuadro de los dueños de los grupos es bastante deprimente.

     Con el envilecimiento de los partidos políticos en general, nació o renació el decir de “líder natural” con que eufemísticamente llaman a al dueño o heredero político de las estructuras de los partidos, estos llamados líderes naturales, son los que toman las decisiones, la vocería, en una disciplina de perros impuesta desde arriba a las bases electorales que aconductados como venían acostumbrados deben obedecer lo que diga el amo. Con esa disciplina canina han manejado toda la vida republicana del país, atrincherados en los Directorios de partidos, apoyados por los medios de comunicación que sirven de caja de resonancia a sus caprichos, órdenes y apetencia.

    Los partidos políticos tradicionales, y los grupos que surgieron de ellos, se han envilecido, no tienen idearios o no lo siguen, sus miembros, si es que los hay, no conocen dicho idearios o doctrina, ya que estos son solo amarillentos folios llenos de el hongo de olvido que reposan en anaqueles cubiertos de polvo o refundidos en la gaveta del escritorio del “jefe natural” que cada vez que necesita “mover el trapo” rebusca una frase grandilocuente de dichos documentos para poner en movimiento la maquinaria y despertar sentimientos del pasado, repletos de odios y rencores.

    La Ley de bancada, los avales, la financiación electoral, promulgadas, según, para democratizar el ejercicio de la política se han convertido en el cepo que aprisiona, al electo, llámese concejal, diputado, representante, senador, alcalde o gobernador, pues son recursos legales que han quedado en manos de los “dueños del poder” para chantajear a los electos y secuestrar su voluntad, plegándola a los caprichos de los “jefes naturales” o clanes familiares que financian, a manos llenas, las campañas de las nuevas figuras, que ellos mismos escogen para ocupar las listas de aspirantes a los escaños del poder legislativo.

Mientras eso ocurre el pueblo domeñado sigue como res al matadero las directrices trazadas desde los directorios políticos capitalinos y en los territorios un puñado de rapaces negocian el voto de sus conciudadanos por altas sumas de dinero, dejándole al votante los cincuenta mil con que vende el voto y los cuatro años de miseria y opresión. Creo que llegó la hora de un nuevo orden, llegó la hora en que el pueblo-pueblo debe tomar una posición erguida, digna y votar a conciencia. Que si el apremio económico es muy fuerte, que si el ofrecimiento de dinero es muy tentativo, que si el voto del pueblo es necesario para los de arriba, es justo ya que el pueblo decida, que tome los miserables cincuenta mil pesos y vote a conciencia. Sé que no es ético recomendarlo, pero en aras de cambiar la situación oprobiosa y llena de miseria de las clases marginal se hace necesario ver la doble utilidad de la compraventa electoral, reciba, pero vote por el que le dé la puta gana, piense en sus hijos, en su familia, en su pueblo, en su territorio. Esto debe cambiar.

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