
Por Óscar Hernán Pallares Ropero
Iba a escribir sobre las elecciones de la próxima semana, pero hacerlo era escribir sobre la campaña más sucia, más agresiva, desleal y mentirosa de que tenga memoria. Y eso que tenía en el recuerdo inmediato la campaña pasada para el plebiscito sobre El Acuerdo de Paz.
No hay mentira que no se haya esgrimido, falacia que no se haya inventado, infamia que no se haya promulgado, verdad que no se haya ocultado, calumnia que no se haya propalado, madrazos e hijueputazos que no se hayan espetados, salivazos que se hayan esculpido hacia arriba.
Esta campaña es la reina de todas las campañas anteriores.
El proceso de las campañas electorales y el tiempo que se dedica para ello, es un tiempo y mecanismo otorgado por la democracia para que quienes aspiren a un cargo por elección popular expliquen a los potenciales votantes qué, cómo, el para qué y el cuándo, el con qué y con quiénes van a resolver los problemas que entraban el progreso, la convivencia, el desempleo, las relaciones internacionales, las aberrantes condiciones de pobreza y hambre en que sobreviven la mayoría de esos posibles votantes.
Pero la campaña actual que terminará cuando se escoja al próximo presidente de la República no se ha centrado sino en atacar a la persona candidata contrincante. Y el atacado no hace más que atacar a quien lo ataca infamemente con argumentos infames.
Iba a escribir sobre la campaña electoral que el próximo domingo elegirá presidente de la República pero mejor no lo hice para no meterme en el lodazal en que se convirtió.
PRIMER RECREO: Culminó su vida laboral como maestro el profesor Álvaro de la Cruz Cervantes. Ayer los rectores y directores de los colegios de Aguachica le rendimos un sincero reconocimiento a su vida y obra.
En su carrera docente el profesor Álvaro fue maestro de primaria rural y urbano, activista sindical, empleado de la Secretaría de Educación del Cesar en Valledupar, Director de Núcleo de Aguachica, rector, directivo político y del sindicato de maestros.
Pudo haberse equivocado en el ejercicio de las funciones a su cargo, ya como maestro de aula, ora como directivo sindical, pero tengo la seguridad de que nunca se equivocó a conciencia ni con intensión de dolo.
En lo personal espero que la nueva barca que tomó para continuar su vida lo lleve a buen puerto. ¡Buena proa, mi profe Álvaro!