¿DÓNDE ESTÁBAMOS?

 Por Óscar Hernán Pallares Ropero

    Estuve en Bogotá. La sensación emocional en la gente era tan alta como la térmica que sienten los estudiantes de Aguachica en salones de clases sin aire acondicionado a la una de la tarde. La cita era para las once de la mañana, sin embargo, el sector empezó a abarrotarse desde tempranas horas de la madrugada entre un frío inmisericorde. Cuando el evento iba a empezar ya se había ido a dormir y el sol alegró el estar de las personas. La fila para entrar casi juntaba cola con cabeza rodeando la manzana del Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Brotaba la esperanza por los ojos de los asistentes; el rostro irradiaba fe en el futuro y garantizaba perdón por lo del pasado. Era como una fiesta de año nuevo. La gente se abrazaba, sonreía, se le acercaban a uno y entablaban conversa y se prometían que esta vez sí era de verdad. La multitud la espesaban negritudes, indígenas, campesinos, políticos, presidente electo, empleados, amas de casa, víctimas, victimarios, Francia, la vice electa, maestros, estudiantes, vagos, desempleados, mujeres, hombres, colectivos LGTBIQ+, curiosos…

   La fila de los periodistas de Colombia, y todo el mundo, era tan larga que no alcanzaba a verse desde el principio el final.

    En el Centro Internacional de Bogotá y por la carrera séptima se instalaron pantallas gigantes que aumentaron el aforo ya repleto del Teatro Jorge Eliécer Gaitán.

    Era martes 28 de junio y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (Comisión de la Verdad) como componente fundamental del Sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición del Acuerdo de Paz, estaba citada y había citado a la comunidad para entregar el Informe Final sobre la investigación exhaustiva sobre el conflicto armado realizada a lo largo y ancho de Colombia y en el exterior con los exiliados.

    La comisión de la Verdad fue un mecanismo acordado para contribuir al proceso de paz acordado entre el Estado colombiano y las Farc-Ep. Con él se busca recuperar los relatos de la violencia, no es un mecanismo judicial, sus resultados no tienen poder jurídico penal, no busca hacer justicia; la Comisión busca escribir la memoria de las violaciones de los derechos humanos en el marco del conflicto armado que se dejó atrás para que se asegure y aseguremos todos que no volverán a repetirse.

   Las palabras del sacerdote Francisco de Roux, presidente de la Comisión de Paz, muy conocido en Aguachica ya que fue director de la Fundación de Paz y Desarrollo del Magdalena Medio, fueron emotivas, claras, precisas y contundentes sobre la importancia de que la implementación de los Acuerdos se des-ralenticen y quede en un pasado oscuro las intenciones de hacerlos trizas.

El informe Final de la Comisión de la Verdad se le iba a entregar al presidente Iván Duque, y el capítulo de él sobre Las Recomendaciones se le entregaría al presidente electo Gustavo Petro. El presidente Duque evadió la responsabilidad de recibir la verdad del informe volándose para Portugal en la misma mañana en que se le iba a entregar.

   El acto fue muy emotivo y sentido; y yo tuve la oportunidad de compartir dichas emociones con los demás.

PRIMER RECREO: Me hago y formulo las mismas preguntas de Francisco de Roux: ¿Por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano? ¿Cuáles fueron los que no impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Qué hicieron durante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? ¿Dónde estaban el Congreso, los partidos políticos?

SEGUNDO RECREO: ¿Dónde estábamos los morrocos?

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