Por Álvaro Lora García
Para Antonio María García, un hombre de 84 años, vivir en soledad en medio de una montaña donde la presencia humana es escasa, nunca le pasó por su mente, pero el efecto colateral de la pandemia, marcó su historia porque no fue atacado por el mortal virus, si no por las personas que por miedo del covid-19, lo sacaron de la casa donde pretendía pasar sus últimos años en ubicada en Piedecuesta, Santander.
Don Antonio María, dijo a El Nuevo Sur, que: «me raparon el costalito y de ahí salieron corriendo y eran tres y qué iba hacer yo con tres locos; la cobija, la ropita, el toldillo, el plástico con el que me defendía de la lluvia, la biblia que la cargaba ahí también y en la biblia se fue la cédula».
Abrumado por lo que según él fue un cruel acto de intolerancia, quiso darle la espalda al mundo cuando apenas se sentían los primeros efectos del coronavirus y cuando pretendía llegar a Aguachica, hombres armados lo asaltaron y le hurtaron todas sus pertenencias, inclusos sus documentos de identidad y su inseparable biblia.
Frente a este caso, Henry Leal, Líder comunal de la zona rural de Aguachica, precisó que le dio la curiosidad cuando habló por primera vez con Antonio María García, y le manifestó que él en estos momentos no tiene ninguna ayuda por parte del gobierno y debido a ello le ha venido colaborando con lo que pueda conseguir, pero que se hace necesario que los hijos aparezcan.
El Adulto Mayor se internó en la zona montañosa de Aguachica en el sur del Cesar hace más de 90 días y cada mes sale a la carretera, no para irse, si no para fijar su mirada en cada vehículo que pasa para mantener el recuerdo de lo que alguna vez quiso ser, libre en su actuar y con una familia que lo ampare y a pesar de tener 3 hijos recuerda con nostalgia sus nombres.
