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HERMOSO DISCURSO, PERO…
Por Óscar Hernán Pallares Ropero
Cuando lo escuché por primera vez me pareció un buen discurso. Era tan bueno que me incitó a volverlo a escuchar. Ahora me pareció más que bueno. Una excelente pieza oratoria por su estructura gramatical y la fluidez como como se discurre en él; lo agradable de las alegorías. Lo volví a escuchar y me centró la atención la forma de pronunciarlo. Si por la forma escrita fue un hermoso escrito, la manera como lo leyó fue de un maestro. La forma del escrito y la manera de leerlo atrajo la atención inmediatamente de quienes escucharon la intervención del presidente de Colombia en la 77 Asamblea General de las Naciones Unidas. Petro, o es un gran escritor o tiene una persona o personas de gran calidad narrativa para que le escriban semejante belleza de pieza oratoria.
“Vengo de uno de los tres países más hermosos del mundo”. Impacta de entrada y pone a pensar al auditorio de todo el mundo de si los otros dos más hermosos son los que cada uno de ellos representan.
Fue un discurso tipo retórico pues reunió todas las características de ese tipo de oratoria que pretende influir, persuadir y convencer al auditorio para que acepten su tesis de que hay que acabar la irracional guerra contra las drogas causante de la riqueza de unos poderosos a costa de la vida de miles de menesterosos, de la destrucción de la selva del amazonas y de los grandes problemas de Colombia. “Disminuir el consumo no necesita de guerras”. Sentenció que la guerra contra el calentamiento global fracasó, así como la que se libra contra las drogas.
“La selva que se trata de salvar es al mismo tiempo destruida”, les restregó a los grandes países.
Todo el discurrir de su presentación en la ONU lo empleó el presidente en buscar que se acabe la guerra contra las drogas culpabilizando a los países del Norte de por consumidores son los causantes de que los del Sur pongan los muertos para que ellos puedan alimentar el vicio y las súperganancias. Se alejó de la teoría que venía sosteniendo Colombia en lo internacional sobre la corresponsabilidad, que conducía a que los países consumidores también debían aportar a la solución del problema del narcotráfico. Podría entenderse esta nueva posición de culpar solo a los consumidores como una forma de desunir internacionalmente el trabajo para afrontar el flagelo.
En la forma fue excelente: nos llevó a recorrer el territorio de mariposas amarillas y las selvas de las mujeres guerreras a caballo, las del territorio de los truenos, la de los valientes de tez morena, bañadas por portentosos ríos, pero lavados en sangre. Si la forma del discurso, lleno de musas, no admitió reproche alguno por los pensadores internacionales, no deja de despertar profundas inquietudes su fondo. El papayazo fue la aseveración de que la cocaína produce menos muertos que el petróleo y el carbón. A papaya servida, papaya partida, dice el adagio popular.
Esa y otras afirmaciones causaron gran impacto negativo en los comentaristas internacionales. El tiempo dirá sobre las implicaciones en la política externa de tan hermoso poema recitado en un escenario no propio para poetas.
Llama la atención el llamado del presidente Petro para salvar las selvas de las guerreras a caballo y a todas las selvas de Colombia mientras permite la llegada de helicópteros a dichas regiones, “regalados” por uno de los países del norte fuertemente acusados por él en la Asamblea de la ONU de los muertos en la guerra contra las drogas y la destrucción del medio ambiente. Los acusó de victimarios de las selvas colombianas y los deja venir a “cuidar” dichas selvas. Esa incoherencia requiere una explicación.
Un hermoso discurso, pero…