
Por: Diógenes Armando Pino Ávila
La política es un tema apasionante, no participo activamente en el sentido de salir a la plaza discursear ni a pedir votos por candidato alguno, circunscribo mi participación a ser un observador de ella como el acto de relación social que es, donde se teje una especie de tejido sinérgico que contagia y mueve pasiones sanas y malsanas, donde las personas actúan como masa, como grey despojándose de la responsabilidad individual de pensar como individuos dotados de razón y de actuar como ciudadanos y son movidos por la corriente de opinión que emiten los de arriba; sin embargo, cabe mencionar que hay algunos que piensan autónomamente, emitiendo juicios de valor, acertados o no, pero propios; los hay también los que creen pensar autónomamente pero lo único que hacen es repetir como un sonsonete el pensamiento de otro en una necrofilia recurrente que desprecia su propia opinión, su propia vida ciudadana, es decir, amando su propia negación.
En el momento histórico actual, post electoral, con la asunción de un nuevo gobierno y con el cambio de mentalidad y concepción de la administración y la política, donde se abre la perspectiva de una Paz Total, de mirar los problemas del país, ya no desde la óptica de los poderosos, de los gremios, de la derecha política, sino desde la lente del pueblo, donde se plantean resolución de conflicto en forma dialogada, consensuada con el pueblo y el gobierno, se empieza a notar de plano el desacomodo de los que siempre han ostentado el poder de decidir sobre lo divino y lo humano en este país del Sagrado Corazón de Jesús y a pesar que la polarización ha bajado de intensidad se alcanza a observar los gritos, casi alaridos de quienes huérfanos del poder ahora pasaron a ser oposición.
En ese tránsito de ostentar el poder y ahora ser oposición, encuentra el observador muchos actos y fenómenos interesantes dignos de analizar, por hoy me detendré en un específico, cual es la tendencia a proponer soluciones diferentes a todos los problemas del país. Ante cada uno de los problemas que encuentra el nuevo gobierno y ante los detalles de cómo Petro lo solucionará, saltan al camino de este los políticos, senadores, representantes, ex ministros, ex militares, y un sin número de ex, con sesudas disertaciones alertando al país sobre el peligro de desastre y ruina de la “democracia” si el gobierno actual resuelve el problema de la manera planteada y no de la manera en que ellos insinúan debe solucionarse.
Cabe la pregunta, si en más de 20 años de gobierno que ostentaron con dominio absoluto del Congreso y de las instancias del poder, no dieron para solucionar dichos problemas, es más, ni siquiera plantearon soluciones, ¿por qué ahora que hay otro gobierno, que hay otros coaligados políticos detectando los incontables problemas del país, por qué ahora se oponen a la solución de ellos? ¿por qué proponen soluciones que no fueron capaces de proponer cuando tuvieron el poder en sus manos? Pareciera que la orfandad del poder les hubiera despertado la genialidad dormida por más de 20 años.
Pareciera que la autoridad de su líder, de su macho alfa en el dominio del poder anterior les hubiera privado de la posibilidad de pensar y que por esa ley atávica con la manada les llevó a plegarse a los caprichos del Alfa y cayeron postrados y humillados ante esa autoridad y poder del “Lomo plateado” y fueron arrastrado a la necrofilia que mencioné en párrafo anterior e irremediablemente cayeron postrados a repetir el discurso de su líder poniendo en off sus propios conceptos y opiniones y que ahora menguada la autoridad del Macho Alfa que tenía dominio del grupo, se sienten como los lobos jóvenes deseosos de competir el poder sobre la manada contra su líder viejo y agotado.
Se podría aseverar que la orfandad de poder despierta el deseo de pensar, despierta la necesidad de demostrar que se es capaz de dar soluciones a los problemas del país, renace el deseo de vuelo autónomo y necesidad de reconocimiento personal sobre la valía del individuo que fue sometido y anulado como ser pensante y reducido a ser un miembro más, y de bulto dentro de la manada.
¡La pérdida del poder político vuelve inteligente a las personas!