Por: Diógenes Armando Pino Ávila
La cultura popular, la de los pueblos, la que ha sido transmitida por oralidad desde tiempos inmemoriales, esa que es abrazada con mucha pasión por nuestros mayores y que a gran parte de la juventud le es indiferente, pero que valga la pena recalcarlo, cuando el joven conoce, practica, investiga, se aferra a ella con una ardentía tal, rayana en el delirio. Pues sí, esa cultura vista en detalle, en la forma como es abordada y practicada presenta aspectos dignos de observar y tener en cuenta.
En ese espacio de observación que tanto me distrae y ocupa, encuentro aspectos como el umbral del tiempo pasado, el cual, en el rigor de ser lo más acucioso posible en el rastreo del antecedente de los elementos culturales, nos remonta en el pasado buscando vestigios, fuentes, orígenes, que nos ayuden a develar el fenómeno materia de la indagación y encontramos esos rastros en fuentes como la oralidad, bibliografías, prácticas de costumbres y tradiciones, que nos permiten hacer un gran aporte a la conservación y preservación de la cultura de los territorios. Cada antecedente, cada vestigio de pasado, de origen, nos lleva a e remontarnos más y más en el pasado, e incluso, se da una especie de ritual competitivo, donde cada uno de los que inician la tarea de investigar o adentrarse en los entresijos de la cultura vernácula, buscan un más allá que permita adentrase en lo profundo de la historia y de la oralidad para comprender el fenómeno cultural del territorio.
En el caso de La Cultura Riana, la nuestra, la de los pueblos del río, los que estamos insertos en la llamada Depresión Momposina, se hace notoria en la práctica que los jóvenes que inician estas lides, miden el pasado acorde a la edad que ostentan y al hablar de los mayores, de los ancianos, se remiten a las personas que para ellos lo son, en el momento y acorde a su propia edad, no auscultan en el pasado buscando a nuestros mayores, abuelos, tatarabuelos; un amigo investigador charlando conmigo sobre este tema, sonriendo me dijo «Hay pueblos de la Depresión Momposina en que mencionan ancianos de hoy y ancianos del ayer», me llamó mucho la atención esta categorización, pues la juventud solo se detiene en «Los del hoy>, olvidando «los de ayer, antier y los del más allá».
Este comportamiento pone en peligro la documentación futura de la cultura, pues al desconocer las fuentes primarias, la oralidad como tal, entonces se distorsiona el pasado y convierten en historia oficial un pasado artificioso, acomodado que niega la historia real y apóstata de los orígenes, es decir es una historia contada a medias, que confunde a los que hacen el acercamiento a lo nuestro, pues al suplantar el pasado se remarcan clichés de otras culturas debilitando por supuesto las bases de lo que con tesón y amor cimentaron nuestros mayores.
Este fenómeno no solo es exclusivo de la cultura riana, sino que afecta a otras culturas de los pueblos del Caribe Colombiano, como la cumbia, el porro y otras manifestaciones culturales. La música de acordeón, llamada vallenato por los vallenatos, lo sufre también y aquí no es un fenómeno de los jóvenes, pues el vallenato como tal, como lo conocemos hoy día es sumamente joven, se puede decir que es una cultura de hoy, pero los investigadores, Los vallenatologos, tienen su propio umbral de pasado, este no marcado por la edad, sino por el prurito de sostener una historia oficial que no busca orígenes, sino que establece al vallenato como el origen mismo de todo lo demás.
Creo necesario, que los jóvenes ahonden, penetren en el pasado para descubrir o redescubrir su propia cultura para que así puedan resignificarla y difundirla convirtiéndose en verdaderos guardianes de nuestra historia y tradición, naturalmente se requiere el apoyo institucional, de la nación, el departamento y los municipios, para auspiciar dicha investigación con la publicación de libros, revistas, CDs de audio y/o videos con nuestra cultura. Se necesita con urgencia que las escuela y colegios incentiven la práctica y búsqueda de nuestras raíces culturales. Es perentorio que la Universidad se vincule con la investigación y el rigor académico a codificar la cultura del territorio para que sirva de consulta a las nuevas generaciones.