Por: Diógenes Armando Pino Ávila

     El país está cambiando, ya se notan algunos signos de ese renovado aire de civilidad y de humanidad que desde hace largos años nos habían negado. Desde que Santos acabó con el tabú de la FARC como causante de cuanto desaguisado ocurría, o por lo menos dejó de ser la tapadera, con la que ocultaban, tipo cortina de humo, actos de corrupción tan desproporcionados como El Guavio, paramilitarismo parlamentario, nexos de fuerza pública con actores armados ilegales, financiación de campañas con dineros calientes, etc. Ahora, corrida la cortina de la FARC y la presencia activa de un gobierno alternativo y progresista, se abre la Caja de Pandora y comienzan a salir a la luz una serie de actos de repugnante ocurrencia del gobierno anterior.

     Se denuncia la abudineada de setenta mil millones, el tumbe descarado de los recursos del PAE, el saqueo y administración amañada de los bienes de la mafia, narco vacas, tráfico de drogas en los carros de la Unidad de Protección, saqueo de los dineros de la salud por las EPS, politización descarada de los entes de control, eso por mencionar algunos.     Naturalmente este afloramiento de la putrefacción incomoda a las elites que han usufructuado los malolientes líquidos de los lixiviados de la corrupción, pues eran realmente los que con sorbetes de oro succionaban y deglutían los dineros sobrevinientes del asqueroso acto de vivir de lo ilegal y ordeñar las arcas del Estado.

     A falta de FARC para tapar sus podredumbres, aprovechan ahora la desorientación de las comunidades, que, empoderadas en sus derechos conculcados por años, no tienen la paciencia de dialogar, sino que acuden a las vías de hecho, paros violentos, cierre de vías, retención de autoridades y otras medidas productos de su desespero, en la creencia que este nuevo gobierno elegido por esas mismas comunidades, debe solucionar «ya» sus problemas acumulados históricamente por largas décadas. Claro está, pareciera que esta premura, ese desespero, fuera atizado desde afuera por las fuerzas oscuras que desde el poder mafioso movía los hilos de la corrupción.

      Afortunadamente el criterio de este gobierno alternativo y progresista es el de la resolución de forma dialogado de todos los conflictos, esto naturalmente tiene a las mafias y sus voceros empoderados en los medios, rasgándose las vestiduras y a sus presentadoras de noticias «colgando sus cabelleras en las ramas de un ciprés» –como diría Núñez. Políticos y expresidentes se descomponen en los medios, opinando sobre lo divino y lo humano, criticando el por qué, el ejército no hubiera intervenido para liberar los policías secuestrados en El Caguán o que el Esmad debía aplastar la protesta de los motorizados que defienden la minería. ¿Cuántas muertes hubieran ocurrido?

      Esas mafias muestran su odio, pues ya ese cuadro desolador de muertes y sangre no les divertirá por el momento, este gobierno decidió cerrar el «Circo romano», ya esos especímenes hematófagos que tenían por divertimento la sangre del pueblo tendrán que divertirse jugando al golf en sus clubes de elite, pues por el momento deberán desocupar el «pulvinar» cuyas plazas ocupaban para ver morir a los esclavos gladiadores luchando a muerte entre sí o contra leones hambrientos. Ya la «Porta Triunphalis» del circo por donde salían los Zapateiros, se ha cerrado, ahora tendrán que llevar a sus clubes a los saltimbanquis o, mejor dicho, a sus marionetas pagadas de los Medios de comunicación y el Congreso para que les hagan monerías en sus clubes palaciegos.

      No ha sido fácil, nadie lo ha dicho, al nuevo gobierno le toca sudar a cántaros para capotear el vendaval de ataques arteros y calumniosos, que lanzan día a día los que llenos de odio y con alma envenenada sufren la orfandad del poder que detentaron por largas décadas.   Petro poco a poco se ha ido consolidando como un líder internacional, como un verdadero estadista, que, investido de dignidad hace gala de su probada honradez y ecuanimidad y esos les duele. Les duele que no puedan descomponer el talante democrático y civilista de Petro, les duele que haya sacado de su gobierno «el Caballo de Troya» incrustado en el Ministerio de Educación, les duele que cambien la ministra de Cultura (la misma que ellos habían criticado en su momento), les duele la salida de la ministra del deporte, en fin, les duele todo.

Por el momento «El Circo Romano» ha cerrado sus puertas, ya no habrá competencias de «cuadrigas», ya nuestros muchachos del ejército y la policía no serán forzados a masacrar a su propio pueblo, ya la doctrina del «enemigo interno» llega a su triste final. Ya no se escucha decir a los mandos de la fuerza pública que se le ha «bajado la moral» por no derramar sangre hermana, ahora sí son «hombres de acero» no por contar por galones de sangre sus medallas, sino por su ecuanimidad y servicio al pueblo. ¡Bienvenido el cambio!

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