Por: Diógenes Armando Pino Ávila

    Llevamos varias semanas de un calor intenso, metafóricamente un infierno, máxime en nuestro territorio situado a orillas del Río Grande de La Magdalena, en esa hondonada amplia llamada Depresión Momposina, donde los rayos de este sol canicular caldean el ambiente como un reverbero.

    Por estos días hemos tenido temperaturas de cuarenta y cuarenta y dos grados centígrados bajo sombra, sin embargo, la saturación de humedad es tan alta que la sensación térmica hace sentir o percibir temperaturas mayores a los cuarenta y tres grados o más. Al conversar por las redes con amigos que viven en otros pueblos, se encuentra la coincidencia de que sufren igual ola de calor y la angustia de niños y ancianos preocupa a sus cuidadores. Conversando con amigos maestros, profesores de La Costa Caribe Colombiana también se encuentra la misma preocupación por esta ola de calor.

      Al preguntarles qué hacen con sus estudiantes ante esta circunstancia, manifiestan que trabajan horarios de emergencia donde recortan el tiempo de horas clases las cuales pasan de 60 minutos oficialmente pero por la emergencia del calor la bajan a 30 minutos y entre clase dan un descanso de 10 minutos para que los estudiantes se liberen del agobio del calor y del encierro en las aulas, ya que en algunos colegios dichos salones de clases están mal ventilados y ni siquiera cuentan con abanicos que morigeren la temperatura.

      Otros colegas manifiestan que el magisterio ha cambiado tanto, que ha perdido la beligerancia de otrora y el valor para defender sus derechos y el de los estudiantes y que, ahora acobardados se dejan imponer órdenes y disciplina policiva de parte de docentes administrativos, rectores, directores y coordinadores y que por eso siguen laborando los sesenta minutos de horas clases sin tener en cuenta que pedagógicamente ante la molestia del calor, el ambiente de aprendizaje se convierte en una tortura y por tanto, el estudiante no aprende, no escucha, no entiende y su atención se dispersa ante cualquier pequeño distractor que aparezca, sea un compañero, un comentario, un regaño, la bulla en otros salones, cualquier cosa los distrae, lo que hace que la labor del maestro sea infructuosa y el proceso de enseñanza y aprendizaje se trunque.

     Otros de los temores que impiden tomar determinación de acortar la hora clase es el temor que le tienen a los padres de familias que no desaprovechan la mínima oportunidad para enrostrar al educador las falencias del sistema educativo. Tal es la situación de temor y la mansedumbre del magisterio que hay algunos educadores que no les dan permiso al niño o la niña para salir a tomar agua, pues eso rompería “la disciplina” escolar, la verdad es que temen que el directivo al ver a un estudiante fuera del aula llegue a llamarle la atención al docente y por eso corren el riesgo de que el niño, el joven y el mismo sufra un golpe de calor y las consecuencias de esta, pueden ser funestas.

      Me dicen los colegas, que al inquirir a los directivos, para que se trabaje en horario de emergencia, estos aducen razones tales como que hay una Ley, una Directriz del Ministerio, una Resolución de Secretaria de Educación, hay una norma, o que se yo, cualquier cosa que establece las horas clases en sesenta minutos y que eso es inmodificable, también sostiene que la Secretaria de Educación no se ha pronunciado al respecto, es decir, nuestros directivos docentes son más papistas que el papa, y desconocen la autonomía escolar, no saben que la responsabilidad funcional de lo que ocurre en la escuela o el colegio es competencia de los directivos y educadores que laboran en la Institución Educativa y que en caso de un problema o la afectación en la salud o vida del estudiante es responsabilidad de ellos y que no hay maneras de culpar o trasladar culpas a las autoridades sea Ministerio o secretarias de educación.

     Si no fuera por la gravedad de la situación sería materia de chiste, al ver a profesores sudando la gota gorda, sofocados tratando de mantener concentrados a sus estudiantes en un salón de clases, con tan alta temperatura y los estudiantes entretenidos en otra cosa debido al fastidio que sienten por el calor y por dentro odiando al profe por su papel de verdugo al tenerlos dentro del horno crematorio en que se convierte el salón de clases.

Ojalá pase pronto esta ola de calor, antes que ocurra algo grave que afecte la salud de profes o estudiantes.

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