Se avecina una nueva justa electoral, ya se caldea el ambiente local, se escuchan opiniones reposadas que analizan la situación de los municipios, sus estados financieros y presupuestales, se aventuran conjeturas sobre el endeudamiento, se mira el progreso o el estatismo sufrido en la administración actual. Creo que son miradas responsables, medidas y serias que sin la euforia que despierta las pasiones de la politiquería tradicional, piensan juiciosamente en la necesidad de ajustes en algunos rubros y la continuidad de otros, pienso que es lo acertado, tengan razón en sus análisis o no, se nota una responsabilidad al asumir decisiones sobre por qué votar lo que necesariamente les conlleva a por quién votar,

     Hay otros, con la astucia del zorro, acostumbrados a sacar provecho de la política, que hacen cuentas, pero contrario a los primeros que buscan mirar el estado del municipio para escoger al candidato correcto, estos los astutos, miran no el estado del municipio, sino la capacidad de maniobra del candidato, para conseguir el aval y levantar los recursos de la financiación de su campaña, pues esperan dar su dentellada a ese botín dinerario de la financiación, estos son los que se inscriben como candidatos a concejos municipales. Le importa ganar o perder, total se van a quedar con gran parte del dinero que le van a dar para su campaña. Ellos saben que los candidatos a la alcaldía y a la asamblea, muchos, juegan a lo mismo, ser financiados para quedarse con gran parte de los recursos de dicha financiación, pues íntimamente saben que no tienen ninguna posibilidad de ganar electoralmente, pero si ganarse algún dinero.

     También los hay, los marginales, los que viven el día a día, los sin trabajo, los del rebusque, los que no tienen posibilidades, los que ignoran el verdadero deber ser de la política y los políticos, los que normalizan la corrupción con el decir «no importa que roben, pero que hagan», «es que todos roban», los que justifican el todo vale, los que aplican a rajatabla el decir de que «al que roba hay que robarle», por tanto hay que pedirle dinero por el voto y luego votar por el otro que dio más, en un círculo vicioso y malévolo de «yo te robo porque tu robas a otros» como en el cuento de Ítalo Calvino (La oveja negra) donde todos robaban, menos uno.

     Dentro de este abundante follaje de opiniones, políticos, politiqueros los hay aquellos que están seguros que no serán tenidos en cuenta, ni en obras, ni en contratos, ni en nombramientos, saben que lo de ellos es votar, están conscientes que los van a utilizar, y ellos como contrapartida utilizan la política para financiar un día de comida con los cien o cuenta mil en que venden su voto. Estos tienen claro en su confusa lógica electoral que serán ignorados per sé, claro está, han sido utilizado tantas veces que decidieron poner valor a su voto y, aparentemente no le interesa si el electo hace o no hace obras, el en la política cierra los ojos para no vislumbrar el futuro. La realidad más adelante lo golpea, entonces reniega, critica, señala y acusa al mandatario por su mala gestión, mientras se lavan de culpas no reconociendo que con su voto vendido son parte del problema.

     Hay los que nunca opinan, los que callan su pensamiento, los que no se comprometen en público, los que como expertos tahúres esconden sus emociones, no traslucen sus sentimientos, no muestran simpatías ni antipatías por ninguno. Son los calculadores, observadores sagaces de los cambios de la convulsa política pueblerina, avezadas aves de presa, astutos y oportunistas que esperan que los votantes se apasionen y ponga toda la carne en el asador, ahí es donde ellos despliegan sus dotes de ventajistas y con vista de lince y un afinado olfato de fiera salvaje deciden escoger el candidato que van a apoyar, ya han visto la balanza inclinada y saben cuál es el de mayor simpatía, el de más posibilidades de triunfo. Cuando ya tienen claro este aspecto mandan razones al candidato, manifiestan su simpatía, hablan de su cota electoral, ofrecen cantidades de votos, pero para sellar el pacto tienen unas exigencias que obligan al candidato a cumplir. Estas exigencias van desde contrato hasta participación burocrática amen de exigir un dinero para calentar la campaña.

     Finalmente hay otros que observan calladamente estos fenómenos, analizan cuidadosamente a los candidatos, son parcos en opiniones pero muy detallistas con las propuestas, son los que votan con el corazón, los que dan consejos sobre cómo debe ser la administración, qué sectores atender, que obras consideran prioritarias para el desarrollo municipal, estos consejos y recomendaciones son escuchados aparentemente con mucha atención de parte del candidato, pero cuando ya son electos generalmente olvidan, pues ya de alcaldes son sordos y olvidadizos, encuentran nuevos mejores amigos, tratan de emular a los millonarios y se creen con una inteligencia superior, es decir se convierten en abogados, ingenieros, arquitectos, administradores, etc.

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