Los medios de comunicación tienen un altísimo valor en cuanto a la difusión de contenidos que guíen, orienten o manipulen la opinión pública, estos son revistas, noticieros de radio y televisión, blogs, páginas Web, grupos de difusión en las redes, canales de videos, Podscast, Etcétera. Esta manera de comunicarnos, más bien de recibir información, generalmente está concentrada en las grandes urbes y son manejadas por conglomerados económicos que imponen su particular forma de ver el mundo y de enfocar la interpretación del mismo acorde a sus intereses y negocios.

    No obstante, en algunos municipios medianos y pequeños, no deja de haber románticas almas blancas que se embarcan en la aventura algo quijotesca por lo ideal y, fundan algunos medios que tienen un impacto significativo en la población y que andando el tiempo amplían su radio de influencia hacia municipios vecinos. Generalmente no pasan de ser páginas Web algunas manejadas con sensatez, otras siguen el ejemplo de los grandes medios y parcializan la información o la utilizan para verter infundios y calumnias.

    Hay las llamadas “Emisoras comunitarias”, que de comunitarias solo tienen el nombre, ya que, en la realidad, son propiedad de un particular y solo cuando está a punto de vencer su licencia, piden a algunas agremiaciones el favor de firmar el acta que le dé visos comunitarios. De todas maneras, estas o algunas, juegan un papel importante en la comunicación de sus localidades, aun cuando la mayor parte del tiempo, solo emitan música de acordeón, lo cual no es malo, lo terrible es que nunca o casi nunca tocan la cultura vernácula, la cultura local, lo que las hace potenciadoras, aceleradoras del desarraigo de la comunidad y empobrecen sus saberes ancestrales ya que sirven de aletargantes al servicio de culturas foráneas que alienan y menoscaban la cultura de nuestros mayores.

    Un caso raro en estos pueblos es un periódico en formato tabloide, pues casi un milagro darle sostenibilidad económica en el tiempo y en el espacio, sin embargo, en Aguachica hay un romántico de nombre José de Dios Quintero, que desafiando todos los avatares que presentan empresas como estas, se atrevió, hace algunos años a fundar un medio escrito. El Nuevo Sur, un semanario con personalidad y manejo profesional en cuando a contenido e impresión y que ganó en franca lid, con tesón y arrojo el espacio en el alma del aguachiquense y desplego sus alas informativas hacia Ocaña, sur y centro del departamento de El Cesar.

Este semanario: El Nuevo Sur se metió en el corazón noble de la gente nuestra, que cada semana solicitan su periódico, pues en muchos de estos municipios es el único medio impreso que trae las noticias de la región. Bajo la hospitalidad de este medio publique por espacio de largos años, mis textos, opiniones, crónicas y otros escritos con constancia, con muy pocas ausencias, pues José de Dios investido de la autoridad que da la certeza de que lo que se hace, se hace bien, me llamaba o escribía pidiendo mis textos semanales, muchas veces creo que era el último en hacer llegar mis escritos.

   Esta experiencia con El Nuevo Sur me dio la satisfacción de dar a conocer mi pensamiento, la cultura de mi pueblo y a insinuar acciones encaminadas a la búsqueda del bienestar de la comunidad. Este semanario me enriqueció con la experiencia, recuerdo un día que estuve en Aguachica y en el parque del Morrocoy me detuve a tomar un tinto, sentado a pocos metros había cuatro señores de edad entre los 70 u 80 años que discutían a media voz y me miraban, eso me lleno de curiosidad y comencé a degustar el café con más lentitud para poder observarlos mejor. Uno de esos señores se levantó del escaño y caminó directamente hacia mí, cuando estuvo en frente, me saludó amablemente y me preguntó: ¿Usted es Diógenes Armando Pino Ávila? (así con nombres y apellidos), sorprendido me atraganté con el tinto y respondí: Si señor, a la orden y le tendí mi mano, el estrechando la mía, volteó hacia donde estaban sus contertulios y les grito, ¡Si ven, él es el que escribe en El Nuevo Sur! Se levantaron todos y me rodearon saludándome con cariño. Otro día, se presentaron en mi casa dos señores preguntando por mí, los hice pasar a mi estudio y vaya sorpresa venían de Ocaña, hacían parte, me dijeron, de una especie de tertulia que llamaban la Banca Rebelde, conformada por poetas, historiadores locales e intelectuales que los viernes en la tarde se reunían en el parque para leer El Nuevo Sur y discutir mi publicación.

   Me dice José de Dios que esta es la última edición, lo que me duele en el alma como escritor, como lector, como educador, como ciudadano amante de la comunicación responsable. Creo que este medio debe continuar su vida de publicaciones, los que amamos el olor a tinta y sentimos el placer de acariciar la hoja impresa debemos abrazar la causa de buscar la pauta publicitaria con los alcaldes de Aguachica y municipio vecinos para que El Nuevo Sur no muera.

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