“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.”  Creo que esta frase atribuida al porteño José Luis Borges, se puede utilizar con creces para el propósito del tema que nos ocupa en mi columna de los viernes. Antes de ir al grano quiero aclarar que soy un lector nivel medio, con las dificultades y carencias de libros y lecturas de los que vivimos en el territorio, pero que hacemos el esfuerzo de estar actualizándonos con libros físicos que nos mandan amigos y familiares y sobre todo con lecturas en Pdf, Epub y otros formatos que permitan leerlos en el Pc o en el Kindle.

Hoy quiero referirme a Gustavo Petro Urrego, presidente de los colombianos. A diario se escuchan voces altisonantes repitiendo el relato de que Petro polariza al país con su discurso y sus ideas. Para mi es una expresión maniquea que a fuerza de ser repetida por la oposición trata de calar el imaginario colectivo con el propósito de socavar el constructo que los colombianos vamos formando de esta nueva realidad histórica que nos ha tocado vivir. No toman en cuenta que, para voltear la página de la espiral violenta de muerte, desplazamiento, desapariciones, masacres, falsos positivos, y corrupción galopante, es necesaria la justicia, verdad y reparación y que para ello se requiere formas imaginativas para enfrentar el problema y un discurso renovado que interprete el presente.

    Permítanme comenzar con el recorrido académico del presidente progresista porque acercarse a la dimensión de Petro requiere comprender que nuestro presidente es economista de la Universidad Externado de Colombia, se especializó en administración pública en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), realizó una maestría en Economía en la Pontificia Universidad Javeriana, cursó estudios de especialización en desarrollo y medio ambiente en la Universidad de Lovaina (Bélgica) y  estudios de doctorado en Nuevas Tendencias en Administración de Empresas en la Universidad de Salamanca.

    Ante la contumacia de la derecha y ultraderecha de pretender un statu quo que permita que siga pasando en el país lo que desde hace tanto tiempo pasa y que tratan de normalizar con argumentos donde apelan al miedo, al terror de masas para que sientan aprehensión hacia el futuro que plantea el progresismo, que no es otra cosa que una Colombia con justicia social, donde se consagren en la norma y se hagan respetar derechos universales, como la salud, la educación, la vivienda, el medio ambiente sano y la paz, obliga a Petro a levantar la voz en favor de los que le han sido conculcado dichos derechos, le obligan a ser la voz de los sin voz lo cual levanta olas de simpatías entre las clases populares y esto no les simpatiza a los que desde siempre han usufructuado de privilegios de clase.

    Al discurso de Petro lo entiende cualquiera, lo interpreta desde el intelectual encumbrado hasta el iletrado más humilde, la razón de esta facilidad para entenderlo radica en que él habla con el conocimiento pragmático que le han dado sus lecturas, pues no hay que desconocer que es un “monstruo” devorador de libros, pero no un lector desprevenido e insustancial, es un lector critico que contextualiza sus lecturas en la realidad histórica de la Colombia actual.

Otra cosa es criticar su discurso, su postura frente al contexto local e internacional. En este caso se observa a algunos colombianos con escaso grado de instrucción, que levantan la voz (y están en su derechos) y su crítica no sale del relato implantado desde arriba, donde tratan al presidente de “guerrillero, comunista, castro-chavista y expropiador que va acabar con la salud, que se va a robar los dineros de sus pensiones, que va expropiar las tierras, los apartamento, camionetas” y un sin número de cosas que el vociferante no posee, olvida que tiene que madrugar para que le den una cita médica y si tiene suerte le dan cita para un o dos meses después, ni se diga de las citas con especialistas, intervenciones quirúrgicas. De otro lado tiene miedo que le roben su pensión, sin haber cotizado ni un día por que el patrón le negó siempre ese derecho.

    También  hay una oposición ilustrada, leída, profesional, que critica al gobierno, su discurso, programas y obras, (están en su derecho), a estos se le notan las costuras al hacerlo pues se ve claramente que confunden el decir y  el hacer de Petro, entonces caen en frases de cajón, lugares comunes tales como el sistema de salud colombiano es el mejor del mundo, el sistema pensional actual es de los colombianos también lo es, solo falta que digan que el sistema de salud y  pensional actual es el mismo que Dios le tiene a los ángeles en el cielo). Se ven calzas prietas para hacer una crítica decente, válida, se nota de bulto la falta de argumentos sólidos que permita realizarla sin apelar a la mentira y la calumnia. Claro está, como dice el dicho “no tienen suficiente tela para la camisa”, entonces apelan al insulto y al odio irracional contra todo y todos los que no piensen como ellos o tengan opinión contraria. Tampoco aceptan, y si lo hacen, lo hacen a regañadientes, que, desde la base, desde las clases populares, desde los territorios se levanten voces en favor del gobierno y sus programas, pues no les cabe en la cabeza que un advenedizo pueblerino ajeno a su club, se abrogue el derecho a opinar, pues la opinión era de uso exclusivo de los de “arriba”, ojo con esto, de los de “arriba” en esta pirámide social con aguda cúspide y amplia base, donde “arriba” no caben los que se creen de “arriba” en las regiones.

   Petro es producto de sus lecturas, por eso le lleva la delantera a sus opositores de derecha. Si uno se detiene y analiza con atención el discurso, las propuestas, los proyectos, las obras de gobierno de Petro, encuentra lecturas que van desde Marx, Hegel, filósofos de la escuela de Frankfurt y su teoría critica de los que siendo Marxistas le criticaban (Freud, Weber, Horkheimer, Adorno, Benjamín, Marcuse, Habermas, Fromm y otros), además las variantes posteriores que dieron nacimiento a pensamientos preclaros como los de (Gramsci, Foucault, Sartre, etc.), y se pasea por pensadores tales como (Sousa, Freire, Varoufakis, Mazzucato, etc) sin desconocer que entre sus lecturas hay literatura universal y colombiana. No está demás mencionar que en su discurso se encuentran coincidencias con ambientalistas de talla mundial (Greta Thunberg, Inger Andersen, William Nordhaus, Stella McCartney, Sebastião Salgado, entre otros). Podía seguir jalando del ovillo y seguir la hebra del hilo conductor del discurso de Petro, pero su vasta lectura deslumbrante y abrumadora por abarcar tantos tópicos del saber humano lo haría largo y tedioso.

    En sus sonados debates en el Congreso de la República era común desarmar a sus contradictores con su serenidad, su oratoria fluida y su ironía socrática, propia de quien ha leído a este griego, también encontramos como aplica la dialéctica platónica concebida como el arte de pensar ligada al lenguaje y en el plano aristotélico reconoce que solo existe un mundo, una sola realidad, por tanto trata de desentrañar la realidad actual para aplicar conceptos y soluciones a los problemas que dicha realidad plantea. Visto así el fenómeno Petro nos damos cuenta que para criticarlo se requiere un alto grado de comprensión de la realidad y sobre todo un rimero de libros por leer.

    Para nosotros los colombianos es bastante fácil comprender el pensamiento de Petro, pero otra cosa es criticarlo y salir airoso en el intento sin que se noten las costuras por encumbrado que sea el crítico.

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