Por: Diógenes Armando Pino Ávila

     Colombia desde siempre se ha debatido entre fuerzas antagónicas que, si se quiere, cambian de nombre, representantes o dirigentes pero que en esencia su fondo es igual. Pueden cambiar de forma, de estilo, de discurso, pero los fines que persiguen son los mismos. Esas fuerzas son los que desde siempre han dominado y usufructuado el poder y los que a través de la historia han tratado de hacer la rotación y el cambio.

      Hubo quienes lucharon por la libertad, combatiendo las fuerzas invasoras (españoles) en la época de la Conquista, los pueblos indígenas defendieron su territorio a un alto costo de vidas y sufrimiento, al punto de que pueblos enteros fueron exterminados, el caso de los Chimilas para no ir tan lejos.

     En la época de la Colonia, podría mencionar el movimiento de los Comuneros, Galán, La Pola y otros héroes que fueron inmolados por ese ideal libertaria que los alentó en la lucha. también se dio una extraordinaria actividad para consolidar el poder de parte de los llamados criollos (hijos de españoles nacidos en el Nuevo continente) que lucharon contra los realistas hasta derrotarlos, sin embargo, hubo sectores que estuvieron del lado de los invasores que preferían seguir bajo el dominio del rey de España.

     Nuestra historia está plagada de un nutrido enfrentamiento entre estas fuerzas, la disputa entre liberales y conservadores que dio pie a la llamada violencia política colombiana, luego la guerra de guerrillas entre los grupos armados ilegales y las fuerzas del Estado que ensombrecieron vastas regiones rurales en todo el territorio patrio, la proliferación de grupos (FARC, ELN, M19, etc) lo que desembocó en el surgimiento de los grupos paramilitares que, de nuevo, bañaron en sangre el territorio.

     Siempre, siempre detrás de estas revueltas, guerras y rebeliones había un común denominador «el poder», el dominio, la propiedad sobre la tierra, el control económico y político del país. Lo que degeneró en un estado de barbarie, exterminio, despojo, desplazamiento, desapariciones, falsos positivos y otras formas refinadas de violencia y de expoliación que aún persisten.

      Todo esto ha llevado a una elevada polarización política ideologizada en todas las esferas de la sociedad, al punto de plantear la guerra como única salida, en la creencia que a sangre y fuego se solucionaba los problemas del país, identificando a los actores armados como la causa y no como el efecto del estado de postración social de Colombia.

     Vino después, producto de la polarización anterior un nuevo enfrentamiento entre los que creían que la solución no era la guerra y la muerte sino el dialogo y la paz negociada, se siguió con la ideologización, dividida la opinión entre paz y continuidad del conflicto, siempre, siempre, detrás estaba el interés del poder y la avaricia por la riqueza fácil y la propiedad de la tierra.

     Aparte de la corrupción política que generaba el conflicto se daba el narcotráfico como financiador, que incentivaba el conflicto sacando enormes ganancias en el comercio y producción de cocaína, comercio de insumos para la fabricación de la pasta de coca, apropiación de la tierra productiva y explotación de los oprimidos.

     Resultado de los últimos acontecimientos narrados se dio el descontento que llevó que una enorme mayoría se pronunciara con movimientos y protestas civiles y de juventud en las grandes capitales que a la postre produjo, muertes, mutilaciones, desapariciones y arrestos de cientos de jóvenes que luchaban por su futuro. El sofocamiento de esta protesta y ese clamor valido, desembocó en el fenómeno político en las urnas, por parte de las masas populares que clamaban por un cambio y se eligió a Gustavo Petro como presidente de los colombianos.

    Nadie era tan ingenuo para creer que Petro la iba a tener fácil, pero la verdad nadie podía predecir la constancia y el derroche de recursos, medios de comunicación, política y empresarial, desinformando, manipulando una masa ciega e ignorante que da bandazos al son que le canten los que desde siempre han usufructuado el poder. Se puede decir que en Colombia cuando se han tenido el poder, los que lo han ostentado no han tendido las ganas de hacer los cambios y ahora que Petro tiene las ganas de hacerlo muchos de los que tienen el poder no han dejado, o cuando se tiene el poder no han tenido las ganas de cambiar.

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