Los medios de comunicación tradicional y alternativos, las redes sociales todas, en Colombia tocan el tema que es tendencia, la llamada Reforma pensional, lo que, sin importar edad, sexo, religión, condiciona sexual, ideológica o económica atañe a todos los colombianos. No voy a tratar el tema, pues doctores tiene la iglesia, pero si contarles una historia personal que comenzó en el año 1.976.

     Me gradué en la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena, después de hacer el cuarto de bachillerato ingresé a dicha institución donde en cuatro quimestres (periodos de cinco meses, cada uno), me dieron un diploma donde me concedían el título de Maestro, así como lo leen Maestro, las instituciones similares en el país, graduaban como Normalistas a sus egresados, total el 5 de diciembre de 1.975 recibí mi diploma, me casé el 20 de ese mismo mes y año, y me vine para mi pueblo con el sueño de trabajar de maestro en cualquier institución educativa.

     Las cosas no salieron como yo pensaba y tuve que irme para san Rafael de Lebrija a trabajar con un cuñado que se ganaba la vida excavando pozos artesianos en las fincas de esa localidad, nos turnábamos entre excavar con el pico o el cavador dentro del hueco mientras el otro con una vasija enorme atada a una soga extraía a la superficie la tierra removida. A punto de tirar la toalla por lo pesado del trabajo, estando en el interior del aljibe, a cuatro o cinco metros de profundidad, llegó un sobrino que mi madre había enviado desde Tamalameque, con un telegrama que decía: posibilidad de trabajo en la Correccional de menores de Valledupar, lo firmaba un primo que trabaja en esa institución.

    Ese mismo día viajé a Valledupar, busqué a mi primo y el me presentó a Doña Olga Riaño de Valle Meza, quien con una sinceridad total me dijo «Hay la necesidad de un profesor, pero no tengo con qué pagarlo, si usted acepta, le garantizo la comida y la dormida dentro de la correccional, y tenga la seguridad que haré hasta lo imposible para que el Secretario de Educación lo nombre en propiedad. Con tal de salir del pozo acepté la propuesta y estuve seis meses trabajando por la comida y la dormida y esa esperanza de ser nombrado. Pasado los seis meses Doña Olga como era su costumbre me dijo «Mi profesor hoy es miércoles, vamos como siempre a la secretaria de educación para ver qué novedades hay sobre lo suyo»

      Entramos a la gobernación, ella era muy popular en ese medio y desde que entramos algunos empleados sonriendo le decían «Doña Olga, se cumplió el milagro», yo rezaba pidiendo que ese milagro fuera el de mi nombramiento, y, en efecto cuando entramos a la Secretaría de Educación la secretaria privada le dijo «se cumplió su deseo», Doña Olga me abrazo fuertemente y me dio un beso en la frente y me dijo «te han nombrado» Mi alegría fue indescriptible, dos meses después me pagaron mi salario con retroactividad todo el tiempo trabajado.

    Trabajé seis años como maestro entre la correccional de menores y la Escuela Rural Mixta de Puerto Bocas en Tamalameque, luego renuncié y trabajé como Revisor Fiscal de La Contraloría de la República, luego fui alcalde de mi pueblo por Decreto y después por elección popular, fui Asistente Administrativo del Hospital de mi pueblo y finalmente docente en el bachillerato en el colegio Ernestina Pantoja de Tamalameque donde laboré por doce años. Pero el día 26 de octubre del 2023, día de mi cumpleaños, recibí de la Secretaría de Educación Departamental una carta donde me notificaban el retiro forzoso por la edad, ese día cumplía 70 años. Fue el regalo más extraño y sorprendente que he recibido en mi vida. Quedaba vacante de nuevo y con la esperanza de disfrutar mi pensión, pues sumaba en total en instituciones oficiales 39 años de servicio.

    Vana esperanza, hoy seis meses después sigo esperando que me den la pensión y que, como cuando comencé a trabajar me paguen con retroactividad, las mesadas pensionales que no recibo desde entonces. En el año 76, burlándome de mi suerte escribí con sarcasmo este soneto que hoy 49 años después, cobra vigencia para mí:

De maestro

Trabajando llevo ya seis meses

sin nombramiento, sin sueldo, sin nada.

Este es uno más de los reveses

que sufro en esta vida ¡que trastada!

Tengo que lavar y planchar la ropa

yo mismo, jorobado en un aguamanil.

Y esto no es nada, –una pequeña cosa–

¡tomo sopa de cilantro y perejil!

La paso sin un cuarto en los bolsillos,

ésta es una situación más que infernal,

no tengo con que comprarme un cigarrillo,

ni una aguja, ni un mísero dedal

y he de andar así, como los grillos

cantando hambriento ¡en actitud filosofal!

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