Por: Diógenes Armando Pino Ávila.

En las ultimas semanas he estado hablando de la cultura de Tamalameque que es la misma de La Depresión Momposina o “cultura riana” como se le llama. He estado pendiente de como la globalización incide en la perdida apresurada de la oralidad, costumbres y tradiciones de los pueblos y cómo este fenómeno afecta el sentido de pertenencia e identidad en las nuevas generaciones.

Es tan amplia y profunda la penetración de la cultura global que en las conversaciones cotidianas se siente el uso de expresiones, antes técnica o académicas, propias de economistas, catedráticos, analistas políticos  y de la geopolítica tan de boga en nuestros días. Es que el enfrentamiento comercial y político entre China y USA ha trascendido el ámbito diplomático y ha bajado a irrigar con sus expresiones el uso cotidiano del habla del hombre común.

Sirve de ejemplo el termino decoupling (desacoplamiento), el cual es usado por algunos con ínfulas de entendido en frases como: nos tocó desacoplarnos de ese proyecto político. Oto termino es “guerra tecnológica” para referirse a la puja entre China y USA en la innovación y, o, creación de tecnologías como 5G, semiconductores, microchips y otros componentes electrónicos.  Se utiliza la ironía para descalificar la autenticidad tecnológica con frase como; “Made in China… pero con chip gringo” ironizando sobre las interdependencias tecnológicas globales.

Estas frases no son repeticiones al azar: ellas en sí, son una apropiación cultural con la que el hombre común parodian y reinterpretan discursos de poder, incorporándolas en su habla común y su propio relato. Estas y muchas otras expresiones que sería largo mencionar llegaron para quedarse, tal como llegaron en los 80s términos como “aldea global”, “tribu planetaria” y más adelante una jerga de computación: comando, hacker, software, hardware, spam, virus, pirata, hackeo, intrusión y otras que en su momento sonaban postizas y que poco a poco fueron aceptadas y normalizadas en el habla cotidiana.

Quiere decir esto que el idioma está vivo y recibe a través de los medios de comunicación unos insumos idiomáticos que permean el habla del hombre común, el que, sin darse cuenta se involucra en expresiones que, sin entender, ni tener conocimiento de su origen, anidan su conversación, acomodándose a dichos, hechos, costumbres y cultura, desplazando  el lenguaje de su territorio.

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