En todos los pueblos, sobre todo en los del Caribe Colombiano, siempre hay historias, relatos fantásticos, leyendas matizadas de misterio, tradiciones asombrosas, un anecdotario extraordinario y personajes que parecen salir del mundo macondiano, esto último lo digo porque Gabo con su genio y su pluma volvió magia simplificando, suavizando un poco o mucho, lo que la realidad de nuestros pueblos sobrepasa con creces a la obra del nobel, pues hay personajes, anécdotas y relatos que cualquiera que los escucha pondrá en duda la veracidad del hecho, lo que es un error pues en nuestro territorio la realidad sobre pasa, y lejos, a la fantasía.
Uno de esos personajes, fue Pacha Gamboa, una anciana de mi pueblo —Me contaba mamá— que vivió por allá en la década del 40 o del 50, y que, por su gracia, se convirtió en el personaje favorito de mi madre. Esta anciana, Pacha Gamboa, cosa rara en esos años, mostrara ese signo feminista de rebeldía, de independencia y de valor, al despreciar los cánones establecidos en una población rural y machista como la nuestra.
Como el pueblo de Tamalameque se surtía de agua potable de un pozo artesiano de tiempos inmemoriales, Pacha Gamboa hacia un largo recorrido desde su casa hasta el pozo que quedaba en las afueras del poblado, para buscar el preciado líquido, lo hacía llevando en perfecto equilibrio una múcura en la cabeza (Recipiente de barro de cuello alargado y boca angosta fabricado en barro cocido, como una versión artesanal y rústica del ánfora romana), ese andar erguido y el equilibrio al llevar en la cabeza la múcura llamaba la atención, y más cuando pasaba por la calle del centro donde los comerciantes le regalaban unas monedas para que bailara y cantara tamboras con la múcura en la cabeza.
Una de las anécdotas más celebradas, era que, en las noches de guacherna o tambora, al oír a lo lejos el dum dum de los tambores, aprovechaba el sueño de su marido y salía a escondidas de su casa y se unía al jolgorio popular bailando y cantando hasta altas horas de la noche, luego volvía y en forma silenciosa se acostaba al lado de su esposo. No se sabe cómo llegó a oídos de su marido el chisme de las escapadas de la mujer, lo cierto es que una noche simuló dormir profundamente y dejó que ella saliera de casa, rato después salió en su busca orientado por las tamboras, iba airado, macho ofendido, al llegar al sitió observó escondido, detrás de los mirones, lo que hacía su mujer.
Con el propósito de hacerle el reclamo público a su esposa, pasa a empujones situándose en primera fila, Pacha levanta la cabeza, lo observa, ve en su rostro la ira y el deseo de insultarla, ella espera una pausa de la cantadora y siguiendo el canto y la melodía que bailan, comienza a cantar, y apelando al repentismo propio de la juglería del territorio, improvisa los siguientes versos: Desde aquí te estoy mirando/ cara a cara, frente a frente/ no me vayas a deslucir/ que estoy entre tanta gente. La gracia de su verso, el timbre de su voz y el valor de Pacha, calma la ira de su marido, el cual decide acompañarla y termina bailando tambora.
En los comienzos del proceso de recate y divulgación de nuestra cultura, al observar el desprecio y desconocimiento de lo propio era un síndrome de baja autoestima. Que era necesario resignificar el legado de nuestros mayores. Que había que investigar y documentar nuestra cultura vernácula, se hacía necesario resaltar el valor de los ancianos que nos legaron como patrimonio el acervo cultural y que este debía enorgullecernos. Por eso, cuando se hizo la primera tarima en la plaza principal de Tamalameque, donde íbamos a realizar el segundo Festival de Tamboras, discutíamos en la Casa de la cultura que nombre se le podría a la pequeña tarima, había dos propuestas, que se llamara: Tarima La Llorona Loca, a lo cual no estaba de acuerdo, pues ya teníamos la leyenda, un grupo folclórico y un grupo de teatro con ese mismo nombre, por ello propuse que se llamara Tarima Pacha Gamboa. El día que se iba a votar el nombre, tuve que viajar a Valledupar, por tanto, pedí que se aplazara la reunión, no lo hicieron y ganó el grupo que proponía La Llorona Loca, cuando regresé, reclamé y no me pararon bolas. No contaban los compañeros con que en ese entonces me desempeñaba como director de la Casa de la Cultura, Organizador y fundador del festival de Tamboras y por falta de recursos económicos debía ser el presentador oficial del festival.
Esa primera noche de festival subí a tarima y al dar el discurso de apertura, lo primero que dije fue: ¡Buenas noches! Aquí desde La Tarima Pacha Gamboa continua la historia cultural de Tamalameque y su territorio, con las Tamboras como la insignia cultural de los pueblos del río. Desde entonces la tarima se llama así.