Por: Diógenes Armando Pino Ávila
Terminaros los juegos Intermunicipales del Cesar, le hice seguimiento a las diferentes disciplinas y más en las que participaba mi municipio, festejé alborozado cada triunfo, subí a las redes videos y fotografías; algunos de los participantes, hoy campeones eran mis paisanos, otros además de paisanos eran estudiantes del colegio donde laboro, les doy clases de ética y filosofía y sentía que un pedazo de mi participaba, sufría y gozaba en cada competencia, incluso, con mis nietos los acompañé en ese recibimiento cariñoso que espontáneamente les hizo mi pueblo.
El entrenamiento que me dio la Normal Piloto de Bolívar en Cartagena en mis años mozos, cuando estudiaba en sus aulas y el hábito consuetudinario que la práctica de la docencia y mi afición por la sociología han marcado desde entonces la costumbre de observar, pensar y analizar los fenómenos de grupos y este caso de los Juegos Intermunicipales del Cesar, después de observar y pensar me llevan a analizar algunos aspectos en el campo educativo.
Los profesores de Educación Física, generalmente criticados por estudiantes, padres de familia, incluso por profesores, esos profes que visten informalmente, con camisetas, sudaderas y tenis y que les importa un bledo la formalidad del vestuario, los que andan en otro cuento y a los que algunos estudiantes aman por permitirles el juego y otros odian por lo mismo, el que puede hablar en clases de Messi o Ronaldo o Cuadrado, el que saca al estudiante del aula y lo lleva a campo abierto en actividades deportivas que permiten que el niño, el joven socialice, trabaje en equipo, respete normas y gane su espacio con el esfuerzo y rendimiento.
La mayoría de nosotros los docentes de otras asignaturas, entramos al salón de clases y pretendemos que todos los estudiantes aprendan al mismo tiempo los temas que explicamos aplicando las diferentes metodologías, tradicionales o modernas, pretendemos que, si somos educadores de matemáticas, todos uniformemente aprendan matemáticas, si somos de filosofía queremos que nuestros estudiantes piensen y razonen como filósofos en cierne, si dictamos sociales pretendemos que se ubiquen en el mapa con la experticia de un militar o cartógrafo, si nos desempeñamos en artísticas queremos inspiración, pulso y técnica como Miguel Ángel. Es decir, queremos íntimamente que nuestro estudiante domine a la perfección la materia que dictamos, esto crea un grado de frustración enorme cuando los resultados del periodo no son los mejores para la mayoría de alumnos.
Somos docentes nacidos en el siglo XX, con metodología y asignaturas del siglo XIX, que realizamos una labor de enseñanza y aprendizaje con niños y jóvenes del siglo XXI, y no somos conscientes de este aspecto y, si lo somos, no nos provoca correr los límites de nuestra zona de confort y preferimos trasladar culpas de malos resultados al estudiante a padres de familia o al gobierno. No queremos entender que, en el aula, en la clase estamos solo dos componentes, Estudiantes y nosotros los educadores, que, si el alumno no hace tarea en casa, para que se la ponemos, que no estudia los fines de semana y días de descanso, para qué le dejamos trabajo en esos días. Si esos son los resultados, entonces todo debemos realizarlo en el aula, la biblioteca u otro espacio dentro de los horarios escolares.
El profe de Edufísica sabe que su estudiante tiene la condición descrita en el párrafo anterior y sin mucho razonamiento lo aplica, pues su asignatura lo permite, no deja tareas para la casa, insiste poco en teorías y dictados, utiliza mucho más la charla, sabe que no a todos les gusta el deporte, pero también sabe descubrir a quien le gusta una u otra disciplina, de ahí que, a pesar de hacer las clases con todos sus estudiantes del grado, escoge a los mejores y los incentiva, los atrae a la práctica de la disciplina que les guste, luego hace una selección con los mejores, les entrega sus saberes, les exige, les entrena, les lleva a competencias inter cursos, intercolegiales, o como ahora a los intermunicipales y obtiene resultados plausibles, visibilizando sus deportistas y su trabajo como profesor o instructor.
Una pregunta que salta de este análisis, que tal si todos nosotros los profesores de las diferentes áreas aplicáramos la lógica pedagógica de los profes de Educación Física y sacáramos selección de los mejores en nuestras asignaturas, realizáramos concursos inter grados e intercolegiales, sobre lo pertinente y que sin descuidar a los que no les gusta nuestra materia, conformáramos la selección de matemática, la de idiomas, la de sociales, etc. A lo mejor motivaría a los demás a participar en una selección de lo que le guste, o por lo menos a hacerle barra a su equipo.
Entonces, tal vez, sacaríamos a nuestros colegios de los últimos lugares a nivel departamental y nacional en las pruebas ICFES y podríamos festejar como lo hacemos con los deportistas un triunfo sobre la academia.