Por Diógenes Armando Pino Ávila
A sabiendas de que la poesía es algo simple pero bello, y que sus lectores son exigentes por naturaleza, hoy me aventuro a presentar a ustedes queridos lectores cuatro poemas del libro que próximamente publicaré con la esperanza de que sean analizado y sobre todo criticado por tan selecto grupo de lectores.
MUJER DESNUDA
Quisiera ser marinero osado
para levar anclas en mi velero de sueños
Y desde la borda del deseo
que quema mi cuerpo y consume mi alma,
Con el catalejo de la pasión otear el horizonte oculto de tu sexo.
Quiero navegar a la deriva en tus mares océanos,
Naufragar sin temores bajo la tormenta de tus besos
Para arribar extasiado en la playa virgen de tu cuerpo.
Quiero explorar palmo a palmo tu ignota geografía,
Aventurarme sin más por tus recónditos paisajes,
Partiendo del valle que va desde el piedemonte de tus senos
Hasta bordear la diminuta hondonada de tu ombligo.
Quiero recorrer en galope desbocado, el valle plano de tu vientre,
Descubrir con alborozado afán la selva virgen de tu pubis
Y retozar alegre en el pequeño bosque de sus vellos.
Contemplar el contorno precioso de tus hipnóticas caderas
Y asomarme sin miedo al precipicio de sus laderas,
Marcar un sendero en las cordilleras torneadas de tus piernas
Que señale el regreso hacia los erguidos picos de tus pechos.
Rotularé con nombres míticos todos tus lunares
Para no olvidar jamás mi desquiciada estancia
En ese maravilloso mundo de tu cuerpo cálido
Y así poder regresar seguro, cual pirata misterioso
En búsqueda del cofre donde guardas tu tesoro.
ABRAZO BAJO EL CIELO
La noche ha convertido al cielo
En una profunda laguna azul,
Donde flota con placer
Un nenúfar solitario de color argento
Que ilumina las calles de mi pueblo,
Y al fondo
Un cardumen de luceros
Espabilan asombrados,
Observando nuestro abrazo.
APRENDÍ A CONTAR DE NUEVO
He tenido tantos amores
y olvidé contarlos.
Pero hoy que te conozco
me obligas a reconciliarme
con mi maestra de preescolar,
a redescubrir la de primaria
y reencontrarme con Baldor,
aprender a contar de nuevo
y asignarte un código,
se me antoja que debes ser
Alfa- uno.
A pesar de todo mi pasado
POETA
He visto al zapatero,
beodo de la esquina,
mirar sin disimulo,
mis zapatos viejos de poeta,
y cada vez que a su lado paso
me brinda sus servicios
de lustre y de remiendos,
le sonrío y le doy las gracias,
pues no conoce de mis afujías dinerarias.
¿Qué pensará el barbero
de mis crespas y desordenadas canas
y de mi barba hirsuta?
¿Qué pensará el sastre
de mi descolorida camisa y de mi raído jean?
¿Qué pensará el tendero de mi deuda añeja?
¿Qué pensaría mi estómago —Si alguna vez pensara—
de mi dieta lánguida Y de mi anémico menú?
La noche hace sentir
su silenciosa voz,
y acallo mis angustias,
¡No pienses cosas banales!
—Por consuelo, me digo—
Ellos conocen que no hay trabajo
y el estómago conoce tu dieta estricta
¡Ah y también sabe que eres poeta!